CÓMO INFLUYE EL IDIOMA DE UNA MADRE EN LA COMUNICACIÓN DE SUS HIJOS
El primer domingo de mayo se celebra en España el Día de la Madre, y aunque aprovecho esta entrada para felicitar a quien corresponda (¡Felicidades!), no será esta fecha su protagonista sino la excusa para llegar al tema. ¿Os han dicho alguna vez que os parecéis a vuestra madre? Es muy probable, sí. Quizás los ojos, el cabello, la forma de la nariz (respingada, abombada tal vez)… ¿la lengua? ¿Cómo influye la lengua de una madre en el desarrollo lingüístico de sus hijos?
Vamos a dar una vuelta por algunos estudios, hipótesis y planteamientos que se han hecho hasta ahora.
¿Programación o tabula rasa? La lengua de los bebés
David Lewkowicz nació en Polonia en el seno de una familia judía que luego emigró a Estados Unidos. Ahí estudió Psicología, habla cuatro idiomas y en 2017 se dio un paseo por nuestro país para impartir una serie de charlas en Bilbao, en el Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL) sobre lenguaje infantil.
Cuando un periodista de El Correo le preguntó si los bebés venían preprogramados o si eran una página en blanco, su respuesta fue «ninguna de las dos cosas».
«El sistema nervioso central se desarrolla antes del nacimiento y es muy importante la experiencia del niño anterior al nacimiento», explicó en esa ocasión Lewkowicz. De acuerdo con él, los bebés nacen con una predisposición hacia el idioma de su madre (no del padre) porque lo recibe por dos vías:
- El sistema auditivo, que desarrolla durante el último trimestre de gestación.
- Las vibraciones del cuerpo de su madre cuando está en el vientre.
Esto último, señala el experto, hace que el bebé «perciba el ritmo» del idioma; cada lengua tiene uno distinto (de eso hablamos un poco en esta entrada) y si se acostumbra a uno determinado antes de nacer, lo tendrá interiorizado para cuando necesite comunicarse, con lo cual viene al mundo predispuesto.
Esto sugiere que, si un bebé es dado en adopción y resulta creciendo y desarrollándose en un ambiente en el que no se habla la lengua de su madre biológica, si intentase aprender esta última tendría una facilidad innata para ello.
La huella del idioma
Pensemos en una persona que dejó su ciudad natal (pongamos que hablo de Madrid) siendo muy, muy pequeña, sin oportunidad siquiera de haber aprendido la lengua local. Se instala en otro sitio con un idioma totalmente distinto (neerlandés, por ejemplo).
Aún si ha perdido contacto con el castellano, al ser el primer idioma que escuchó, este provocó en su cerebro una serie de patrones neuronales que constituyen una suerte de huella, una que se mantiene a través de los años.
Este es un descubrimiento de un grupo de psicólogos expertos de la Universidad McGill, en Canadá, y que se publicó en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences.
Cuestión de genes
En la misma revista se publicó, en 2016, un estudio realizado en la Universidad de Washington que concluyó que hay condiciones genéticas y variaciones estructurales en el cerebro, heredadas también, que determinan hacia qué lengua estamos más predispuestos a desenvolvernos.
El estudio se centró en la capacidad de ser bilingües. Según los investigadores, los cambios cerebrales heredados y genéticos suponen el 46% de las variaciones positivas que favorecen al aprendizaje de un segundo idioma.
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La investigación alrededor de este tema continúa, y claro que todos estos estudios están sujetos a cambiar a medida que conozcamos más sobre cómo funciona el lenguaje humano.
Sin embargo, resulta muy interesante ver los apuntes que hay hacia cuán importante es esa relación con nuestra madre, incluso antes de nacer, para la manera en que nos comunicamos con el mundo.