Zoom para intérpretes: ¿Cómo funciona esta «cabina desde casa»?

Jul 20, 2022 | 0 Comentarios

Reunión telemática del Consejo de Emergencia para Haití de la ONU en 2010, luego del terremoto que devastó al país. Foto: UN, vía CreativeCommons.

Enero de 2020. En Europa, Estados Unidos y Corea del Sur se detectan los primeros casos de una enfermedad que más adelante llamaríamos COVID-19. China había sido el foco donde, un tiempo atrás, se había identificado el virus. Para abril de ese año, alrededor de la mitad de la población global, unos 3900 millones de personas, estaban ya bajo algún tipo de confinamiento.

Tres meses de encierro en España, 200 días en Argentina, 90 días (en dos etapas) en Francia, 100 en Inglaterra (cada estado del Reino Unido se gestionó a un ritmo distinto), 70 en Italia y en México… un gran porcentaje del movimiento económico del mundo se detuvo. En cuestión de semanas, hay que decirlo, se pusieron en marcha todo tipo de herramientas virtuales para convertir las casas en oficinas. Volvieron las reuniones de empresa, los grandes congresos, los eventos de todo tipo. Todo a distancia. Y la herramienta elegida por muchos, tanto que se convirtió en la tercera aplicación más descargada en España en 2020, fue Zoom.

En ella vamos a ahondar, porque incluye la opción de Interpretación de Idiomas, y ese es el quid de nuestra entrada.

¿Cómo funciona? Veámoslo a partir de los cuatro personajes que intervienen en el proceso.

*NOTA (sí, con mayúscula): esto es importante aclararlo porque a veces nos hemos encontrado con una confusión muy grande: Zoom no tiene una opción de intérprete automático, no se trata de una máquina que traduce a tiempo real, sino que cuenta con una herramienta a través de la cual los profesionales (humanos) nos conectamos a distancia para ejercer tal y como si estuviésemos en cabina. Y sí, necesitamos seguir haciéndolo en pareja.

(seguimos)

El organizador: la contratación del plan

No cualquiera puede poner en marcha una videoconferencia en la que se permita la traducción simultánea. Es decir, si el Zoom que conoces, porque es el que has usado para alguna llamada o alguna entrevista, es la versión gratuita, con ella no podrías poner en marcha esto de lo que hablamos.

La persona que organiza la sesión, sea un congreso, un juicio o una reunión, debe contar con una cuenta Business, Education o Enterprise. La otra opción es tener una cuenta Pro y añadirle la función de Webinars.

Hablemos en plata.

Una cuenta Business tiene un coste de 189,90 € anuales. En ella se pueden albergar reuniones de hasta 300 participantes.

La cuenta Pro cuesta 139,90 € al año, pero a ella hay que añadirle el servicio de webinars. Este arranca en 642 € anuales por la licencia para 500 participantes, y va escalando hasta los 60 360 € por año en caso de que se quieran organizar reuniones de hasta 10 mil asistentes.

Claro que hay tarifas intermedias:

  • Mil asistentes = 3160 €
  • Tres mil asistentes = 9210 €
  • Cinco mil asistentes = 23 160 €

Existe también el paquete Zoom Events, el cual combina las funciones básicas de reunión con las de la modalidad Webinars; salas paralelas para que oradores y organizadores se reúnan, posibilidad de transmisión a webs o plataformas de terceros, backstage… los precios de esta empiezan en los 828 € anuales (500 participantes) y llegan a los 78 492 € por año (10 000 participantes).

El administrador: porque la batuta no siempre la lleva el jefe

De los intérpretes depende la fluidez y el entendimiento entre las partes que participan en el evento, y el organizador es quien debe contar con la infraestructura (o sea, la cuenta necesaria) para albergarlo. Pero en medio hay una persona que asigna su función a los intérpretes y organiza los canales de los idiomas.

El administrador, apoderado del evento, tiene en su menú la función «Habilitar interpretación». Al activarla tendrá tres mecanismos opcionales:

  • Bloquear, para hacer obligatorio el uso de la interpretación.
  • Interpretación por defecto, donde se elige la lengua de salida que le aparecerá automáticamente a cada participante.
  • Permiso para hablar, para establecer si los participantes pueden ser parte activa, o no, de la conversación.

El austríaco Herbert von Karajan dirigió la Filarmónica de Berlín durante 35 años. Foto: Piano, Piano! (CreativeCommons)

Zoom cuenta con una serie de canales por defecto con la etiqueta de nueve idiomas: inglés, chino, japonés, alemán, francés, ruso, portugués, coreano y español. Estos son una guía (y nos remitimos a la NOTA de algunos párrafos más arriba para entender el porqué) pues es el administrador, precisamente, quien debe asignarle a cada intérprete contratado su canal de salida.

Además, tiene la posibilidad de añadir más idiomas.

Al comenzar la sesión, al administrador le aparece un botón con el título «Interpretación». Al pinchar en él, puede añadir (o quitar) a los usuarios a quienes se les asignará el papel de intérpretes.

Los dos intérpretes

Una vez que el administrador ha asignado la función a los intérpretes, ¿nosotros qué vemos?

Primero, nos aparece un mensaje en el que se solicita que aceptemos el papel de intérprete, además de para qué dos lenguas hemos sido asignados.

Tendremos que hacer el cambio manualmente entre estos dos canales de idiomas para interpretar a un idioma o al otro (si interpretamos en ambos sentidos).

El lado visible de los eventos: oyentes y ponentes

A los espectadores del evento les aparecerá una pestaña de interpretación. En ella pueden seleccionar cualquier idioma de entre los que el administrador ha preparado, y para los que está previsto y ha contratado intérpretes.

Al hacerlo, el audio le llega en dos planos: como voz principal, la del intérprete. Al fondo, bastante más bajo, sin interrumpir, el sonido original.

Al otro lado, los ponentes nada más tienen que hablar en su lengua; entre el administrador y los intérpretes ya se encargan de trasladarlo al resto de idiomas disponibles.

. . .

Nada aporta al blog decir que esto ha venido para quedarse porque, en realidad, hace ya algún tiempo que nos dimos cuenta de ello (¿no?). El temor, o la dificultad de las primeras semanas alrededor del qué pasará se transformó en un período de aprendizaje y acabó por instalarse como una nueva oportunidad; de repente, sin necesidad de viajar durante horas, alguien desde España puede hacer una interpretación en Roma o Nueva York.

O sin agrandar tanto el trecho, una intérprete de Toledo puede responder a un encargo en Madrid o Barcelona desde su oficina personal.

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