Aunque la Real Academia Española dice que la lengua, esa a la que regula, es «un sistema de comunicación verbal propio de una comunidad humana», no podemos ignorar que en cada país y en cada región se ha desarrollado dentro de unas condiciones, unas necesidades y un recorrido histórico distinto.
En 22 países es oficial el castellano; 483 millones de personas lo hablan como lengua materna y otros 97 millones lo han aprendido después. Se forma entonces una comunidad de comunidades donde cada cabeza ha procesado el idioma de una manera diferente y como tal lo expresa. La estandarización se difumina y palabras y expresiones que significan algo en un sitio pueden convertirse en sus propios antónimos o en expresiones ininteligibles con tan solo cruzar una frontera.
Tan fascinante es la variedad como desafiante para los profesionales de la lengua. Para dos hispanohablantes puede ser confuso descifrar a qué se refiere el otro al decir «ahora», imagínate para un intérprete o traductor.
La preparación es una labor permanente en nuestra profesión. Un tribunal, una conferencia internacional, un centro de servicios sanitarios, cada uno es un contexto…
…y más allá de la preparación en cuanto al lenguaje específico de la disciplina está la contextualización cultural, porque en la conferencia podría haber gente de Madrid y de Lima, o quien pudiera requerir atención médica en un centro de Málaga podría haber venido a España desde Seattle y no de las islas británicas.
Y es que en inglés pasa lo mismo: 373 millones de hablantes nativos y 980 millones que lo hablaron después, y el país que lo difundió al resto del globo tampoco es el de mayor población.
Tanto preámbulo para explicar ahora a qué nos referimos; pero ojo con eso, porque algo tan bien delimitado como el tiempo utiliza, según el país en que se diga, un reloj diferente.
Porque en México, América Central, Perú y Bolivia estaríamos hablando de «hoy, el día presente», y para acercarlo más al momento de decirlo desarrollaron la palabra «ahorita», que no la recoge la RAE pero sí los millones de hispanohablantes al otro lado del Atlántico.
En Colombia y, según el contexto, en España puede significar «después», que sería «luego» en la mayoría de países excepto en, por ejemplo, El Salvador, donde esto último lo usan para decir que algo es muy temprano.
En uno de sus textos sobre interpretación simultánea, Claude Namy dijo que este oficio «no trata solo de trasladar de una lengua a otra; hay que tender un puente semántico entre dos personas de culturas e idiosincrasias distintas». De ahí la importancia de prepararnos para cada contexto.
Imagina que en un juicio hay un chico de Leeds al que han atropellado en Zamora. Él, en su explicación, dirá I was walking on the pavement, que en inglés de Estados Unidos sería que «iba andando por el pavimento», el material que recubre las calles y avenidas. ¿Cuál es su defensa, entonces?
La razón de denunciar o no puede dársela su contexto cultural, pues en el inglés británico, el pavement no es el pavimento sino la acera y, en un breve retorno a nuestra lengua, la acera es conocida en México como «banqueta», una palabra que en casi todo el mundo hispano se refiere a algún tipo de asiento.
That’s pants! Exclamaría un británico al intentar entender tantas variaciones, pues le parecería que es un «sinsentido», pero esta expresión, que no hace referencia a ninguna prenda de vestir, también puede ondular de un comentario inocente a una anécdota un tanto explícita
Situémonos: un auditorio completamente lleno, con estudiantes universitarios, emprendedores de la red e inversionistas de tecnología, un conferencista decide romper el hielo contando una anécdota sobre cómo se derramó el café esa mañana.
—Do you want to see how my pants are right now?
Frenemos y pensemos con la cabeza fría. Esperamos que el hombre fuera estadounidense y que lo que se manchó fueron los pantalones pero, si hubiese sido británico, ¿qué nos habría querido mostrar?
Porque en las islas un pantalón serían los trousers, y los pants por debajo, como capa interna pegados a la piel (los calzoncillos, vaya).
Por ese fallo no intervendrá un policía, un cop, a quien un británico llamaría bobby, algo que descolocaría a un estadounidense para quien ese es un diminutivo del nombre Robert.
Ejemplos ordinarios, sí, pero es que cualquier contexto especializado se posa sobre una esfera de cotidianidad. Por muy técnico que sea el discurso, lo dictará gente con un bagaje sociocultural que lo condiciona.
¿Hay una fórmula mágica para enfrentarlo? Definitivamente no, y cada uno de nosotros, según su forma de trabajar, tendrá su estrategia para hacerlo. Por supuesto que el mejor camino para comenzar es la preparación, ser conscientes de cuánto peso tiene el contexto sociolingüístico.
Mientras tanto, toma estos ejemplos para la mochila personal o para despertar la curiosidad sobre tantos más. Mételos en tu purse, que para los británicos es una cartera que guardas en un bolso de mano, pero que para los estadounidenses es el bolso de mano en el que guardas la cartera.